Secreto a voces


Algunos pensarían que aquel comportamiento no tenía cabida; otros, más observadores, lo aceptarían sin decir palabra alguna y guardarían el silencio prudente entre los grandes círculos, al fin y al cabo, entendían que tarde o temprano uno tendría que terminar herido. 

Ambos habían aceptado las caricias que ella tiernamente les había dedicado sin mayor compromiso que el que tiene la luna al salir por las noches. Si, en efecto, habían sentido sus dedos perfilando sus mentones, la palma de su mano contra sus mejillas recién afeitadas. 

Pero aquello no importaba, las caricias eran las mismas para uno que para otro. Su secreto era uno a voces, todos lo sabían, sólo ellos lo negaban sin querer darse cuenta de lo obvio. La rivalidad era clara, ambos comprendían que eran los que recibían sus caricias pues ella carecía de la sutileza, o era cínica pavoneándose con uno y luego con otro. 

Se suponía que ellos eran amigos, tal vez no los mejores pero si muy buenos. Quizás aquella era la verdadera farsa, a lo mejor optaban por el enemigo más cerca que al amigo, pero aquello nadie podía asegurarlo. Si hubieran aceptado el engaño amoroso entre ambos hubiera sido más fácil encarar al mundo pero continuaban negándolo con firmeza.

Los celos crecían, las batallas por sus atenciones y caricias comenzaban a ser más evidentes para el público que los miraba de reojo. Ella se limitaba a encogerse de hombros y a apartar su mirada ¿Es que en serio creían que era alguien especial para ella? ¡Ilusos! 

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