Juegos Sucios.

El bullicio del aula era estresante, era un suave zumbido, murmullos que se agalopaban con la  firme idea de que pronto el martirio terminaría. Por fin las palabras cesaron y todos volvieron a la vida, con lentitud se pusieron de pie, era normal... estaban más que agarrotados en un mísero espacio donde resultaba imposible siquiera estirar bien las piernas.


Fue entonces cuando sus palabras llamaron la atención de terceros, una charla casual pero de lo más interesante. Bromas sutiles, insinuaciones juguetonas y brillos en sus miradas. Eran felices causando la confusión en aquellos se atrevían a escucharlos.

Ella reía por las locuras que él proponía, él continuaba su juego y añadía leña al fuego hasta que los demás, presas del pánico de que aquello se tornara verdad, se veían en la penosa necesidad de girar sus rostros, avergonzados de escuchar palabras que provocaban en ellos que los pensamientos más inusuales cruzaran por sus mentes. Entonces ellos reían y volvían a la misma charla sin sentido que habían cortado minutos atrás.

Pero ya poco importaba, habían cumplido su cometido: habían logrado que varias cabezas se imaginaran en aquel plano "juguetón", quizás no como ellos... quizás, sólo quizás... se habían proyectado. Ahora el punto esencial era esconder los ojos después de observarlos, cualquier mirada podría delatar a los ávidos oyentes y a sus tórridos sueños. 



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Dedicada a Karla Arista y a Leonardo Cuenca.

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