Error

— ¿Y si te beso?

— Si yo fuera tu no lo haría... —respondió con una sonrisa en los labios y bajando su mirada hasta sus manos.

— ¿Por qué no? —preguntó captando de nuevo su atención. Sus ojos se volvieron a encontrar y ella soltó una suave risilla mientras sacudía su cabeza de un lado a otro.

— Porque... ¿qué tal si me dan ganas de besarte a mi? —su pregunta había sido emitida con el tono más normal que pudo encontrar, sin embargo era más que verdadera.

Durante días enteros había luchado contra esa atracción, contra sus ojos y contra las ideas que se paseaban diario cuando lo veía. Quería lograr que el beso de saludo fuera eterno, que la despedida nunca llegara o que las palabras con las cuales él la hacía fueran un poco diferentes. Pero no podía ser así.

No era la única que lo había mirado, estaba consiente de eso. Sin embargo no podía evitar creerse ganadora de sus caricias, de sus suspiros, de sus miradas.

Su risa la regresó a la realidad mientras él jugaba con un mechón de su cabello, tiraba de él con suavidad: intentaba fastidiarla. Ella lo dejó pero se recargó sobre su hombro, estaba muy cansada y, en realidad, él era su amigo: el error de su vida.

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