Paisaje.


Y entonces ella sólo se encontraba sobre volando la isla. Todo era quietud y silencio. El mar besaba las playas con ternura, sin golperlas... era una simple caricia donde las olas eran brazos que abrazaban la blanca arena, su espuma... el murmuro de un eterno "te quiero". 
Ella maldijo mentalmente y aterrizo en playa, la arena parecía talco y lo que desde los cielos parecía un blanco común ahora era una tonalidad perlada. Sus ojos saltaron de sus órbitas cuando algo chapoteó en el mar, se giró de prisa pero éste había vuelto a su calma. 
— Imposible — murmuró sacudiendo la cabeza mientras se sentaba bajo los rayos del sol. Aunque unos meses antes hubiera preferido mil veces hallarse en la cima de una montaña, en ese preciso instante gozaba del calor que aquella playa desierto le proporcionaba.  
Entonces como si el tiempo se acelerará el sol fue consumido por el amplio mar y el manto nocturno comenzó a estrellarse. La luna aun no aparecía, todo indicaba que se encontraba celosa de no poder mostrarse a la altura de las maravillas que el sol había enseñado. 
Algo estúpido pues la belleza de aquel astro aumentaría con creces lo grandioso de aquel sitio. Por fin apareció, la tonalidad del agua cambió, unas horas atrás había sido cristalina y reflejaba el color suave del cielo, ahora era oscura... peligrosa.
Las olas comenzaban a impactar con más fuerza y a comerse la arena como si estuvieran muriendo de hambre. Ella se alejó de la orilla, retrocediendo hasta golpearse con una palmera. Todo era peligroso, y sin embargo la tentaba.

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