Quietud.

Primer lunes después del final. Era temprano, no puedo decir que aun no alumbraba porque estaría mintiendo pero lo cierto es que aun lo era, sin embargo, era más tarde de lo normal... de lo que usualmente debería ser. Estaba sola en casa, mis padres se habían marchado al trabajo y no había nada interesante que hacer.

Miré el celular por costumbre. Si, aquello que se había vuelto en tradición tenía que ser realizado por una simple monotonía eran poco más de las ocho, a pesar de eso el móvil no había sonado aquella mañana ni para despertarme ni para avisarme de lo tarde que se hacía, y es que simplemente no se hacía tarde, no había razón para correr.

Me levanté sin muchas ganas, no había prisa; de hecho era todo lo contrario... quería volver a caer en el sueño, en ese que por raro que fuera tenía a algunos presentes. Pero no podía poner un alto a lo inevitable, tenía que ponerme a hacer algo productivo. Sonreí al mirar el móvil, quizás twitter alegraría mi día, si algo friki puedo decir pero aquello era mejor que permanecer en un silencio total incluso en mi mente.

El tic tac del reloj comenzó a ponerme nerviosa y me orilló hasta la cocina, peor era nada, tenía que ponerme a hacer algo y de preferencia algo que acabará con el vacío que atormentaba en ese momento mi ser. Fue entonces cuando mis ojos se posaron en ese reloj de pared, ese monstruo que era el único que se dignaba a dirigirme sonido alguno: ahh, ahora entendía porque tenía hambre. Era la hora en que solíamos salir a comprar algo.

Por alguna extraña razón comencé a preparar el desayuno sin quejarme, todo parecía realizarse por el simple hecho de que tenía que hacerse, era como un simple reflejo de los pensamientos. Fue entonces cuando me percaté de que extrañaba los abrazos que a esas horas ya se me hubieran dado. Sonreí al recordar su rostro al saludarme alegre y fue cuando murmuré un simple "¿qué harán?"

El sonido de mi propia voz me extraño y entonces caí en la cuenta de que no había pronunciado palabra alguna durante toda la mañana. No supe que hacer, no había una respuesta obvia a mi pregunta... además no había nadie presente. Suspiré y miré el celular, un mensaje quizás disiparía un par de dudas, pero no... aun existía una parte de mi que apreciaba aquella quietud, esa sensación.

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