Fuego.

El golpeteo sobre el techo era  incesante, lo único que deseaba era salir corriendo de ahí... correr a sus brazos y esconder la cabeza en su pecho. Sabía que poco lo conocía, en realidad nada, pero aun así sentía que su calor sería el único lugar seguro para mis alocados pensamientos. Podía sentir como mi pecho subía y bajaba en un ritmo que consideré frenético, nada parecía tener sentido pero incluso en aquel momento sabía que lo tenía.

Las ideas se agaloparon en mi mente, era ilógico que volviera a caer en el mismo hoyo siendo que había prometido no zucumbir frente algo que era meramente imaginario, una simple idea que había surgido de la nada y que a nada tenía que volver. No podía culparlo, no podía culparlo tampoco a él... ni siquiera podía culparme a mí.

Quizás el propio destino me había tendido la trampa y era mi merecido por jugar con fuego. Pensaba que lo iba a poder controlar, que el decir palabras que hasta cierto punto resultaban ciertas ahora me engañaban y me hacían creer que eran más que ciertas. Que yo quería que fueran verdad. Suspiré, aquello no tenía ni pies ni cabeza.

Pero al final, no importaba si era cierto, si quería o no. Estaba en un laberito sin salida. Había entrado en el por cuenta propia y me había internado en él porque así lo deseaba, había dado vueltas al asunto... lo había claveteado en sus mentes y ahora estaba enterrado en la propia. Y sin embargo, algo me detenía a mirar más allá, a levantar las barreras que debía alzar.

¿Por qué costaba trabajo? Lo pensé por un segundo y negué la respuesta. No podía serlo, no quería que lo fuera. Ese asunto estaba zanjado, yo me había dedicado a darlo por terminado, a sellar el pozo en el que podía hundirme con una facilidad impresionante... pero ahora me daba cuenta de que no lo había hecho correctamente y que las ideas irrealistas eran una protección contra él.

Había jugado con fuego, y ahora me quemaría...

Entradas populares