Irreconocible.
Miré aquel trozo de papel que sostenía entre mis manos sin poder creer lo que mis ojos leían, era imposible tener aquellas letras escritas mucho menos el que yo las estuviese leyendo. Todo lo que allí decías era indecifrable, irreconosible... simplemente me hacía dudar de lo que yo sabía de tí. Me daba miedo el hecho de no saber si aquella persona que yo decía conocer era quien yo pensaba.
Tus letras irregulares eran las más conocidas para mí, y a pesar de que pude haber leído todas las frases escritas mi mente no las entendía del todo. Las palabras se burlaban de mí, se movían en mis pensamientos dándole significados diferentes de un momento a otro. Los puntos y comas, se movían; me hacían detenerme cuando no debía, dándome un escape al mundo irreal que yo me había formado sobre tí.
Dejaba que mi mente vagara, que imaginara todo aquello que yo quería... y entonces, por alguna u otra razón volvía a observar alguna palabra en aquel escrito tuyo. Sacudía la cabeza y prestaba atención a las sílabas que habían logrado captar todas mis ideas, intentaba formarme un juicio nuevo... alguna otra teoría. Pero, como siempre, eras un misterio para mí.
Mi mano apretó la hoja, no lograba comprender aquellos últimos párrafos. La letra era de lo más compleja a pesar de que para muchos podía ser de lo más sencilla. Pero... no para mí, no en ese momento en que mis pensamientos e ideas intentaban fugarse en un grito de auxilio por permanecer en la zona de seguridad; sin embargo no lo permitía.
Una actitud masoquista, terriblemente terca frente a algo que no tenía ni pies de cabeza. En primer lugar no tenía ni la más remota idea de como había llegado a mi poder ese trozo de papel, aquella hoja cuadriculada que al parecer, había estado todo el tiempo a mi lado pero yo no me había dignado a mirarla. Desconocía su existencia hasta hace poco, esa era mi excusa.
Doblé la hoja, enojada, frustrada por no entenderlo ni comprenderme. ¿Qué caso tenía a esta altura? ¿Valía la pena intentar reconocer lo que no se podía? ¿Figurarse algo que al final podía destruir lo que había construido? Si, si lo valía...
Tus letras irregulares eran las más conocidas para mí, y a pesar de que pude haber leído todas las frases escritas mi mente no las entendía del todo. Las palabras se burlaban de mí, se movían en mis pensamientos dándole significados diferentes de un momento a otro. Los puntos y comas, se movían; me hacían detenerme cuando no debía, dándome un escape al mundo irreal que yo me había formado sobre tí.
Dejaba que mi mente vagara, que imaginara todo aquello que yo quería... y entonces, por alguna u otra razón volvía a observar alguna palabra en aquel escrito tuyo. Sacudía la cabeza y prestaba atención a las sílabas que habían logrado captar todas mis ideas, intentaba formarme un juicio nuevo... alguna otra teoría. Pero, como siempre, eras un misterio para mí.
Mi mano apretó la hoja, no lograba comprender aquellos últimos párrafos. La letra era de lo más compleja a pesar de que para muchos podía ser de lo más sencilla. Pero... no para mí, no en ese momento en que mis pensamientos e ideas intentaban fugarse en un grito de auxilio por permanecer en la zona de seguridad; sin embargo no lo permitía.
Una actitud masoquista, terriblemente terca frente a algo que no tenía ni pies de cabeza. En primer lugar no tenía ni la más remota idea de como había llegado a mi poder ese trozo de papel, aquella hoja cuadriculada que al parecer, había estado todo el tiempo a mi lado pero yo no me había dignado a mirarla. Desconocía su existencia hasta hace poco, esa era mi excusa.
Doblé la hoja, enojada, frustrada por no entenderlo ni comprenderme. ¿Qué caso tenía a esta altura? ¿Valía la pena intentar reconocer lo que no se podía? ¿Figurarse algo que al final podía destruir lo que había construido? Si, si lo valía...
