Inconclusa...

Los rayos de sol atravesaban la ventana del salón principal de la mansión Diramand mientras una pequeña jugaba con un par de muñecas en el suelo frente a su madre que bordaba un cojín y sonreía al escuchar la voz de su pequeña.

- Mami, ¿me volverás a llevar a ver la obra? - preguntó la pequeña con ojos ilusionados.

- Si, sólo esperaremos a que llegue tu padre - respondió su madre levantándose del sofá y caminando hasta la ventana para hacer a un lado la cortina de encaje - Mira, Caroline.

La pequeña niña se levantó de la alfombra y dió pequeños pasos vacilanetes hacia su madre completamente sola, sin embargo se rindió poco después y comenzó a caminar sujetándose de los muebles completamente feliz por haber podido dar unos cuantos pasos. Su lindo vestido, de tirantes y de color rosado, lo portaba cual princesa, la nueva fascinación de la pequeña Caroline.

- Mira a los patos... - susurró tomando a su hija en sus brazos y dejando que viera hacia el exterior de la casa.

Un extenso jardín se expandía frente a sus ojos y en el lago de tamaño moderado, si es que había algo moderado en ese lugar, una parvada de patos se bañaban bajo los rayos dorados; su plumaje, de diversos colores: negros, blancos o pardos, brillaba haciendo que la niña los mirara embelesada.

- Se parecen al animal en que se convertía la princesa... - dijo Caroline mientras agitaba sus manitas y las estiraba para llamar la atención de aquelos animales.

- No, mi amor, la princesa se convertía en... - comenzó a corregir su madre, pero justo en ese momento alguien se aclaró la garganta y la joven dama apreto a su hija contra su pecho mientras giraba en redondo para encarar a aquel que se encontraba en su casa.

Sus zafiros se endurecieron mientras colocaba a su hija en el marco de la ventana y la escudaba con su cuerpo. Aquel, que había irrumpido en su hogar sin aviso previo, lucía un traje de color grisáceo perfectamente planchado y que, seguramente, había sido hecho exclusivamente para él.

- ¿Te espante, Kate?

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