Narcótico

[Nota: Léase bajo su propio riesgo... en serio, ahora si divague chicos...]

El calor era opresivo, tus palabras resonaban en mi mente mientras que tus ojos, esos crisoberilos fríos y a la vez tan duces, me miraban desde el interior de mis pensamientos. La sensación de estupor nublaba mis sentidos; no sentía nada, en realidad sólo era consciente de mis propias ensoñaciones.

Podía imaginar con claridad el sonido de tu voz, aunque ahora soy consciente de que no percibía el ruido que a mí alrededor se producía. Los dolores del pasado desaparecieron con una rapidez impresionante con tu sola presencia; tú, mi analgésico, tú… mi anestesia. No quiero recordar como fue el pasado, pero estoy segura de que no tan bueno como nuestro presente.

Tú voz volvió a hablarme en el oído, a susurrarme una pequeña reprimenda “te desvías, enfócate… no caigas”. Mi mente un momento de lucidez diviso y no pudo hacer más que aferrarse a éste, pero ahora, ahí… no podía oír tu voz, no podía ver tus ojos observándome ni sentir tus brazos abrazándome… y yo deseaba seguir estando junto a ti, en aquellas tardes interminables y esas noches que parecían un parpadeo pues sólo soñaba con volver a verte.

Yo sabía que no había forma de volver al letargo, a ese estado donde no importaba que tan lejos estuvieras porque para mí estabas a mi lado; ni el opio, que se encontraba entre los remedios medicinales de antaño, podría apaciguar mi dolor que ahora era más profundo del que en algún momento de mi vida pude imaginar. Hubiese recibido de buena gana una puñada sin poner resistencia alguna si eso hubiese podido poner fin al dolor. Sin embargo yo sabía que nada podría aliviarme, nada que no fueras tú.

Un golpe sordo me hizo volver a la realidad de una manera sumamente violeta pues mis sentidos se activaron de golpe como cuando encendías la televisión para buscar tu canal preferido a las tres de la tarde.

… el frío aire de una noche tempestuosa contrastaba con el calor que había sentido por más de unas horas; la escena de una niña corriendo hacia los brazos de un anciano, lo primero que mis ojos divisaron; el olor a hierba húmeda no asemejaba nada a tu loción… esa que tanto me gustaba, los truenos amenazadores me espantaban, yo quería tu voz.

Mi boca estaba seca y no tenía cerca aquel Malbec que tú y yo gustábamos en nuestras cenas de ensueño, todo parecía muy austero sin ti. Decidí levantarme de aquella banquilla en la que me encontraba, aun así tenía que volver a casa para poder mirar las viejas fotos y las flores secas… que en el mejor de los casos serían mi mejor narcótico.


Hasta Colombia: Li, linda... aquí esta lo prometido... espero te guste, me inspire por una palabra que tu escribiste, te quiero amiga.

Entradas populares