Festival...

El tiempo se detuvo una fracción de segundo mientras todos miraban hacia el horizonte donde una colorida carpa se imponía en el espacio abierto. De repente Darice sacudío la cabeza y todo avanzó, el tiempo se recupero poco a poco, como si estuviese en cámara lenta. Los niños reían al tiempo que acariciaban a los mansos caballos que daban ligeros rechinidos; los padres atentos a sus hijos y a la vez comprando golosinas. Todo era diversión, todo era alegría... el festival por fin había vuelto.

Los globos se exhibían, las luces de los juegos iluminaban cada rincón del lugar y la rueda de la fortuna no paraba de girar. Y sin embargo... nadie lo observó, nadie se percató de su presencia, ninguno se le ocurrió girarse un par de grados hacia el norte par contemplarlo. Una canasta, uno de esos viejos cestos donde se acostumbraba cargar la fruta y la verdura... pero esta vez no era eso lo que ocultaba.

La noche absorvió la energías de todos, la función estelar había terminado. Los niños se habían dormidos acurrucados en sus madres quienes se las arreglaban para cargarlos acomodados en sus hombros sin despertarlos. Entonces el llanto estalló y todos se dieron cuenta de que alguien más los acompañaba...

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